POR HUGH ROSS
Cada vez que ocurre una catástrofe en los Estados Unidos, las figuras políticas y públicas casi siempre ofrecen "pensamientos y oraciones" y llaman al público a unirse a ellos en sus gestos para en favor de los afectados negativamente por la catástrofe. Sin embargo, hasta hace poco, nadie había realizado un experimento científico para determinar el valor de estos pensamientos y oraciones para los destinatarios previstos.
Un experimento de oración incentivado
Poco después del huracán Florence, que azotó a Carolina del Norte en septiembre de 2018, Linda Thunström, economista de la Universidad de Wyoming, se asoció con Shiri Noy, antropólogo-sociólogo de la Universidad de Denison en Ohio, para realizar un experimento incentivado en 482 carolinianos del norte que sufrió algún tipo de dificultad como resultado del huracán. Thunström y Noy preseleccionaron a los 482 carolinianos del norte para que cayeran en uno de estos dos grupos:
(1) personas que creyeron en Dios y se identificaron como cristianos y
(2) personas que negaron o no estaban seguras de la existencia de Dios y se identificaron como ateos o agnósticos.
Las personas que se aferraron a otras creencias religiosas fueron excluidas del experimento.
Todos los participantes en el experimento de Thunström y Noy recibieron cada uno un pago estándar más $ 5 adicionales para usar en el experimento. Los participantes tuvieron la oportunidad de intercambiar parte o la totalidad de sus $ 5 por:
1. oraciones de un extraño cristiano,
2. pensamientos de apoyo de un extraño cristiano,
3. pensamientos de un extraño ateo, o
4. oraciones de un sacerdote.
De los 482 participantes:
105 eligieron la opción 1,
103 la opción 2,
119 la opción 3 y
109 la opción 4.
En promedio, aquellos que se identificaron como cristianos estaban dispuestos a pagar $ 7.17 por las oraciones de un sacerdote y $ 4.36 por las oraciones de un extraño cristiano. Aquellos que se identificaron como ateos o agnósticos eran indiferentes a los pensamientos de un extraño no religioso, estando dispuestos en promedio a pagar $ 0.33 por tales pensamientos, que estadísticamente es indistinguible de $ 0. Por otro lado, eran reacios a las oraciones de un sacerdote y especialmente reacios a las oraciones de un extraño cristiano. Los ateos y agnósticos en promedio estaban dispuestos a pagar $ 3.54 por un extraño cristiano para que no orara por ellos y $ 1.66 para que un sacerdote no orara por ellos.
A los 482 participantes también se les preguntó si estaban de acuerdo o en desacuerdo con la siguiente declaración: "A veces me pueden ayudar más las oraciones de otros por mí que su ayuda material". Las personas que se identificaron como cristianos estuvieron de acuerdo con esta declaración. Las personas que se identificaron como ateos o agnósticos no estuvieron de acuerdo.
Thunström y Noy concluyeron su trabajo de investigación con el siguiente comentario:
"Nuestro estudio arroja luz empírica sobre el valor de los pensamientos y las oraciones".
2 También recomendaron experimentos de seguimiento, particularmente en personas que se identifican con grupos religiosos no cristianos.
No ofrecieron más conclusiones ni comentarios sobre los resultados de su experimento.
Implicaciones filosóficas.
Algunas implicaciones del experimento de Thunström y Noy parecen sociológicamente obvias y significativas. Que los ateos y los agnósticos registran reacciones negativas a las oraciones de los cristianos, incluso hasta el punto de estar dispuestos a pagar para evitar que esas oraciones sean ejercidas, sugiere fuertemente que la razón por la que se identifican como ateos o agnósticos tiene poco que ver con su creencia o no creer en la existencia de Dios y mucho más que ver con cómo se sienten acerca de los cristianos. Si estuvieran convencidos de que Dios no existe o es irrelevante, y si no tuvieran reacciones negativas hacia los cristianos, serían tan indiferentes a las oraciones expresadas en su nombre por los cristianos como lo son a los pensamientos expresados en su nombre por los no religiosos personas.
El experimento de Thunström y Noy afirma lo que observé y experimenté en la Conferencia Internacional de la Sociedad de Escépticos de 2008, Orígenes:
Las GRANDES preguntas, donde debatí sobre el físico de partículas Victor Stenger.3 Después del debate, me quedé durante tres horas adicionales involucrando a muchos de los 700 ateos en asistencia. Compartí con ellos que su conferencia de dos días me reveló otra evidencia de la existencia del Dios de la Biblia. Noté que todos los científicos ateos que hablaron enfocaron su atención en el Dios de la Biblia, eligiendo ignorar a los dioses de las otras religiones principales. También noté que a estos oradores les apasionaba la inexistencia del Dios de la Biblia. Observé el mismo nivel de pasión de los asistentes durante las sesiones de preguntas y respuestas.
Compartí con ellos que, si los oradores y los asistentes realmente estuvieran convencidos de que el Dios de la Biblia no existía, lo tratarían de la misma manera que al hada de los dientes o al conejito de Pascua. Le expliqué que el enfoque y la pasión que había observado me convencieron de que sus hablantes y realmente creían que Dios existe pero que no les caía bien. La respuesta que recibí de los ateos que estaba involucrando fue reveladora. Ellos declararon: “No es que odiemos al Dios de la Biblia. Es que despreciamos a sus seguidores. ”Uno por uno, estos ateos compartieron conmigo sus historias de cómo habían sido abusados, injuriados u ofendidos por alguien o varios alguien que se identificaron como cristianos. Todos sentían que el abuso, el error o la ofensa eran tan atroces que eran imperdonables.
Para los lectores que actualmente se identifican como no teístas, les pediría que consideren la irracionalidad de los ateos y agnósticos para permitir que humanos imperfectos y pecaminosos se interpongan entre ellos y un Dios perfectamente bueno.
Para los lectores que se consideran cristianos, les pediría que consideren lo importante que es para los seguidores comprometidos de Jesucristo mostrar compasión hacia aquellos que han sido abusados o perjudicados por personas que dicen ser cristianas.
En lugar de entablar un argumento intelectual sobre la evidencia de la existencia de Dios, a menudo los cristianos serían prudentes al escuchar primero con compasión y empatía las historias traumáticas de los no cristianos sobre sus encuentros pasados con aquellos que afirman ser cristianos.
Solo a través de ayudar a los no cristianos, y de hecho a los cristianos, a sanarse de tales heridas emocionales y espirituales, se les pueden abrir puertas para que acepten plenamente las verdades sobre la Biblia y la fe cristiana.
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