Escrito por: Watchman Nee
EL CONOCIMIENTO DE SI MISMO Y
En este mensaje estudiaremos lo que significa conocerse a uno mismo. El creyente que no se conoce a sí mismo, no progresa espiritualmente pues no puede ir más allá de lo que sabe. Ningún creyente puede ir más allá de la luz que Dios le haya dado; así que, la vida que expresa depende de la medida de luz (no de conocimiento) que haya recibido.
Cuando desconocemos nuestras faltas y nuestra verdadera condición espiritual, no persistimos en la búsqueda de lo que sigue, ni tenemos interés en proseguir en el camino que tenemos por delante.
En la vida cristiana es muy importante juzgarse a uno mismo. Sólo podemos confiar plenamente en Dios y caminar según el Espíritu Santo, no según la carne, cuando nos damos cuenta de que no servimos para nada y de que nuestra carne no es digna de confianza. Es imposible llevar una vida espiritual si uno no se juzga a sí mismo. ¿Cómo podemos juzgarnos sin conocernos? Pero si no nos juzgamos, no podremos recibir la bendición espiritual que proviene de ese juicio.
Dios desea que sepamos que nuestra carne, por ser corrupta, no puede satisfacer lo que El exige. No vivimos en el Espíritu Santo debido, en parte, a nuestra ignorancia. Por desconocernos nos aprobamos y confiamos en nosotros mismos y en nuestra suficiencia, y no tenemos idea de por qué el Señor dijo: “Separados de Mí nada podéis hacer” (Juan 15:5).
El Espíritu Santo nos fue dado para ayudarnos en nuestra debilidad; pero como ignoramos que somos débiles, no buscamos Su ayuda y, como resultado, permanecemos en nuestra debilidad. Si no sabemos lo que somos, nos tendremos confianza, y estaremos seguros de nosotros mismos, pensando que somos personas maravillosas. Esto nos llena de orgullo, lo cual desagrada a Dios sobremanera.
Cuando uno no se conoce a sí mismo, lleva una vida pobre, su conciencia es insensible, es irresponsable, injusto, despiadado, tenso, irascible e implacable. Aunque la situación empeore continuamente, nos sentimos cómodos y conformes, sin percibir cuán grande es nuestro vacío, y cuán completa y valiosa es la salvación que Cristo efectúa. En consecuencia, perdemos incontables bendiciones.
El primer requisito para avanzar es conocerse, pues quienes se conocen a sí mismos, desean lo mejor. Los que no se conocen no tienen hambre ni sed en su corazón y tampoco pueden ser llenos del Espíritu Santo. Es absolutamente indispensable que el creyente se conozca a sí mismo.
¿PROVIENE EL CONOCIMIENTO PROPIO DE EXAMINARSE A UNO MISMO?
¿Cómo se percatan las personas del mundo de sus errores? El método que usan es la introspección; es decir, reflexionan sobre sus propios actos analizando lo que han hecho. Ellos “se examinan por dentro” y determinan sus motivos y sus actos. La introspección se describe comúnmente como una reflexión o autoevaluación. El hombre común no puede conocerse a sí mismo si no se examina interiormente. He escuchado con frecuencia que muchos creyentes dicen que deben examinarse para ver si han cometido algún error. Déjenme decirles que el creyente no se examina a sí mismo.
La introspección es un gran engaño y a perjudicado a muchos creyentes. Debemos preguntarnos: (1) ¿Enseña la Biblia que debemos evaluarnos a nosotros mismos? (2) ¿Puede la reflexión ayudarnos a conocernos en realidad? (3) ¿Trae algún beneficio examinarse a uno mismo? Al creyente, por consiguiente, no le corresponde evaluarse a sí mismo.
¿Enseña la Biblia que debemos auto examinarnos?
¿Se halla en la Biblia algún mandamiento en cuanto a examinarse a uno mismo?
¡No! El señor Griffith Thomas dice que en la Biblia solamente hay dos pasajes donde se menciona el autoexamen; no obstante, ambos se refieren a algo específico. Estudiemos estos dos pasajes.
“Pero pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa” (1 Corintios 11:28). Esta evaluación personal no se hace con el propósito de obtener santidad, sino que se refiere a comer el pan y beber la copa en la cena del Señor. Debemos examinarnos para ver si podemos discernir que el pan y la copa son el cuerpo y la sangre del Señor, y si estamos conscientes de su significado espiritual; porque si no lo hacemos, la cena del Señor, que debe ser un testimonio, se puede volver un simple rito.
Así que el autoexamen al que alude este versículo se relaciona con nuestra participación de la mesa del Señor, y no sugiere que busquemos errores en nuestro interior para poder progresar espiritualmente.
“Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos” (2 Corintios 13:5). Este versículo, más definidamente que el primero, no nos pide que examinemos nuestra condición interior. Este pasaje alude a algo específico. En aquellos días en Corinto, había muchos que calumniaban a Pablo diciendo que no era un apóstol. Por lo tanto, Pablo les pidió que se examinaran a sí mismos para ver si estaban en la fe.
El parecía decir: “Si ustedes tienen fe, eso es una prueba de que yo soy un apóstol. Si Dios no me ha llamado a ser apóstol a los gentiles, ¿cómo pueden ustedes ser salvos? Dios me llamó a predicarles el evangelio a ustedes corintios, y el hecho de que sean salvos demuestra que soy un verdadero apóstol.
Si ustedes no tienen fe, entonces yo no soy un apóstol”. Este autoexamen no se hace para obtener santidad, sino que se sugirió en un caso específico que se daba en Corinto, y tenía como fin ver si los corintios tenían fe. En el Antiguo Testamento encontramos un pasaje que dice: “Meditad bien sobre vuestros caminos” (Hageo 1:5, 7). Notemos en primer lugar que este versículo no indica que debemos examinarnos a nosotros mismos, sino que meditemos sobre nuestros caminos. Este tipo de examen es externo. Segundo, la palabra meditar según el idioma original significa reflexionar; o sea que debemos reflexionar sobre nuestro comportamiento, no sobre nuestra condición interna.
Cuando leemos el contexto de las tres porciones que acabamos de mencionar, debemos tener presente que no hablan de introspección, sino de examinarse con respecto a un asunto concreto. Por lo tanto, podemos concluir que la Biblia no enseña que uno deba analizar su condición.
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