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EL EGOCENTRISMO

Escrito por: Rick Joyner


A causa del egocentrismo en que se incurrió por el conocimiento del bien y del mal, y de la compulsión a medirnos por él, así como por el hecho inherente de "no es bueno que el hombre esté solo," uno de los temores más dominantes que aquejan al hombre caído es el temor al rechazo. Este temor nos lleva a convertirnos en la persona que creemos que va a ser aceptada o reconocida, hecho que variará con cada grupo o situación nuevos. Con cada cambio que hacemos para cumplir con el propósito del ambiente exterior, hay una sutil erosión tanto en la consistencia como en la estabilidad de nuestra personalidad. Pronto estaremos confundidos sobre quiénes somos realmente, y casi nos podrán controlar por completo las circunstancias externas.


Con el ingreso reciente de ciertas teorías filosóficas y psicológicas, ha habido una erosión mayor de la consistencia en la personalidad. En las transacciones humanas, desde las individuales hasta las políticas internacionales extranjeras, las oscilaciones se han hecho cada vez más pronunciadas. Los veloces cambios en la opinión pública (como lo indican, por ejemplo, las encuestas políticas) son asombrosos en su rapidez. Nuestra tendencia a abandonar con facilidad una posición por otra, es un signo diciente de cuan pronto perdemos nuestra adherencia a aquello sobre lo que justamente creíamos que era la verdad. Hay fuerzas poderosas que trabajan con éxito para minar la estabilidad humana. El resultado futuro será un alud de corrupciones y libertinaje que el Señor llama en La Biblia, los mayores días de tribulación que el mundo jamás haya visto (Marcos 13:19).


Como nuestros primeros padres probaron el fruto prohibido (todo lo que se siembre se debe cosechar), cada individuo que nace en la tierra tiene el conocimiento interior del bien y del mal. Hasta cierto punto, este conocimiento ha ayudado a mantener al hombre del tremendo caos después de nuestra separación de Dios, sin embargo, es aún la raíz de la discordia interior o depresión de los seres humanos. Como Dios le dijo a Caín: “Entonces el Señor le dijo: « ¿Por qué estás tan enojado? ¿Por qué andas cabizbajo? Si hicieras lo bueno, podrías andar con la frente en alto. Pero si haces lo malo, el pecado te acecha, como una fiera lista para atraparte. No obstante, tú puedes dominarlo.»" Génesis 4:6-7. Debido a su conocimiento interior del bien y del mal, Caín tuvo que vivir por eso. La Ley está en todo hombre, y cuando el hombre hace lo que sabe que es correcto, se siente bien. Cuando no lo hace, aparece la discordia interior, sin tener en cuenta cuan astutamente procure racionalizar las cosas.


Para el hombre caído es imposible cumplir completamente con la Ley en su corazón. Sigmund Freud se dio cuenta de que la causa de la depresión era la culpa, tal como encontrará todo el que busca honradamente la verdad, si estudia la raíz de la confusión humana. Pero, Freud no pudo ver después del Árbol de la Ciencia y supuso que el remedio se iba a encontrar en el mismo fruto, origen del problema. En lugar de enseñar que el alivio de la culpa y de la depresión resultante estaba en hacer lo correcto, comenzó a atacar lo que consideró como moralidades y patrones irreales; esto se hizo muy sutilmente y de manera efectiva. Muchas de las tendencias hacia la ilegalidad que hoy invaden el mundo, se pueden rastrear desde las doctrinas de Freud; por medio de ellas se han abierto las puertas a la corrupción y a las perversiones más profundas y negras del corazón humano. Como dijo con tanta certeza Margaret Thatcher, la dama que ocupó el cargo de Primer Ministro de Gran Bretaña, "la capa de la civilización es muy delgada." Las teorías de Freud ayudaron a desnudar por completo esa delgadísima capa. Varios centenares de años antes de nuestra época, esto lo previó exactamente el salmista: “¿Por qué se sublevan las naciones, y en vano conspiran los pueblos? Los reyes de la tierra se rebelan; los gobernantes se confabulan contra el Señor y contra su ungido. Y dicen: « ¡Hagamos pedazos sus cadenas! ¡Librémonos de su yugo!»" Salmos 2:1-3.


Freud percibió de manera precisa que La Ley es la fuente de la depresión, pero que nadie puede vivir por encima de sus patrones; la culpa que resulta de no llenar todos los parámetros de La Ley, origina una depresión que puede ser muy profunda. Debido a esto Pablo escribió: “Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa, nada bueno habita. Aunque deseo hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo. De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero." Romanos 7:18-19.


Pablo había visto que la Ley es buena, y que él era malo. Este conflicto lo llevó a buscar la ayuda de la única solución verdadera al dilema: el mismo Señor Jesús. En cambio, Freud se volvió a la causa de toda la muerte y de todo el mal que este planeta ha conocido—el razonamiento humano. En lugar de buscar las provisiones de Dios para nuestra liberación de La Ley y del cuerpo de muerte que ella manifiesta en todos nosotros, Freud trató de librar al hombre de La Ley. Desde luego, esto es imposible porque hemos comido del Árbol de La Ciencia, está dentro de todos nosotros y nunca se irá. Como el salmista pudo discernir, atacarlo sólo traerá confusión para las naciones. Entre más procuremos ignorar La Ley, estaremos más deprimidos y esquizofrénicos. La filosofía de "quitar las fronteras antiguas", en alguna forma invade todas las sociedades del mundo. Ya se soltaron sobre el planeta, según la profecía, las profundas "...tinieblas cubren la tierra..." Isaías 60:2.


El historiador Will Durant observó que hay costumbres que mantienen sano al hombre. Y por eso lo pudo dejar escrito con estas palabras que incluso en la actualidad, conservan su vigencia y toda su lozanía: "Sin surcos por donde nuestros pensamientos se puedan mover con facilidad inconsciente, vendremos a estar en perpetuas vacilaciones y siempre seremos presas de la inseguridad." Tal como los rieles pueden limitar la libertad del tren para moverse, sin ellos, no podría ir a ninguna parte. Pero, tampoco es el hombre verdaderamente libre para vivir en este mundo sin las restricciones que Dios le ha puesto. La misma cosa que confina al hombre es la que lo hace libre, a fin de ser aquello para lo cual fue creado. Si un tren deja los rieles para lanzarse por el campo, rápidamente se atasca y como es apenas natural, deja de funcionar y pierde todo su valor. Desde cuando el hombre decidió liberarse de los "rieles" que el Creador le puso, se ha empantanado de una forma cada vez más creciente en una inestabilidad que cada día alcanza mayores profundidades. Quienes eligen el curso de su propia "libertad", se convierten en los más restringidos esclavos de todos. Los rieles del bien y del mal son frustrantes para el hombre, pero son los únicos elementos que lo mantienen estable relativamente, hasta el encuentro con Cristo.


Tomado del libro “Hubo dos árboles en el huerto” de Rick Joyner


© Chalo Jiménez 2008. Derechos Reservados.
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