Escrito por: Chalo Jiménez
Génesis
2:7 “Y Dios el Señor formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su
nariz hálito de vida, y el hombre se convirtió en un ser viviente.”
El
término Kamikaze fue aplicado en un comienzo por los japoneses en
agradecimiento a un tifón que destruyó una flota invasora mongol en el siglo
XIII. La palabra Kamikaze (kami: dios, kaze:
viento) traduce "Viento divino". El nombre resurgió en 1945 para
designar a los pilotos que dirigían sus aviones, cargados con explosivos,
directamente contra los navíos de guerra de los Estados Unidos durante La II Guerra Mundial. Bajo
el mando del Emperador Hiro Hito, los pilotos kamikaze hundieron unos 40 barcos
y dañaron 288, en total se llevaron a cabo más de dos mil vuelos kamikaze.
La
idea de utilizar a los pilotos como bombas humanas nació en octubre de 1944,
con el almirante Takijiro Onishi, ante la evidente inseguridad de los Nipones
contra la superioridad tecnológica de Occidente. Los kamikazes se presentaban
como voluntarios, ya que era una manera más que honorable de morir. Este tipo
de mentalidad estaba muy arraigada en el pensamiento y la moral de los
japoneses, puesto que el sentido del honor y la obediencia formaban parte del
concepto del deber. Este principio del pensamiento japonés quedo como herencia
de las ideas morales predominantes en el Japón durante la Edad Media y que son
recogidas en el código de conducta de los guerreros samurái: “El Bushido",
espiritualismo propio del budismo. No sé si la acción kamikaze debe ser
catalogada como coraje o como sandez. El caso es que un soldado japonés estaba
dispuesto a dar su vida por la causa.
En la
actualidad muchos hombres funcionan como los “honorables” Kamikaze, estrellando
sus vidas contra todo lo que se opone a sus deseos más íntimos. Se estrellan de
frente contra los “destructores” modernos, la inmoralidad sexual, los vicios,
los robos, los homicidios, el adulterio, la corrupción.
Seguir
a Cristo significa tener al verdadero Viento Divino, que nos salva de las
invasiones infernales. Fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios “Entonces Dios el Señor formó al hombre de
la tierra misma, y sopló en su nariz y le dio vida. Así el hombre se convirtió
en un ser viviente” Genesis 2:7 Y una vez rendimos nuestras vidas al
Señor de Señores el mismo Espíritu de Dios viene a morar en nosotros, para
darnos nueva vida.
“Todo cuanto
tiene el Padre es mío. Por eso les dije que el Espíritu tomará de lo mío y se
lo dará a conocer a ustedes” Juan 16:15
© Chalo Jiménez, Mayo de 2008. Derechos Reservados.Prohibida su reproducción total o parcial sin la autorización del autor.
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