Escrito por: Chalo Jiménez
“Vivamos decentemente, como a la luz del día, no en orgías y borracheras, ni en inmoralidad sexual y libertinaje, ni en disensiones y envidias.” Romanos 13:13
La palabra «pornografía» viene de dos palabras griegas muy antiguas. La primera es porné, que originalmente significaba prostituta (Hombres y mujeres). Y la segunda es graphé, que quiere decir imagen, pintura o escritura, y que abarca a toda clase de símbolos físicos externos que producen excitación sexual en aquellos que los utilizan.
La estimulación sexual en un hombre es una fuerza poderosa, tanto para el bien como para el mal. Mantener una vida realmente moral en la cultura saturada de sexo de hoy en día es una verdadera guerra espiritual.
La imagen erótica y la pornográfica son universales. Los medios de comunicación, los publicistas y los productores del sector audiovisual recurren a ella ya que es el medio más seguro de vender. Nadie puede escaparse a este espectáculo diario, ni los niños. Aunque solo por su poder subconsciente, una imagen puede influir duraderamente sobre la psiquis aunque de forma inconsciente. Imaginemos entonces la influencia de millares de imágenes y de mensajes sexuales que cada uno recibe a lo largo del día. Ni que decir de la influencia de estas imágenes sobre los niños, cuya permeabilidad psíquica se conoce.
Muy poca gente no ha sufrido los efectos de una manera u otra, y una clientela muy numerosa la consume en altas dosis. El volumen de negocios del mercado del sexo no engaña. Una investigación presentada en un informe oficial sobre comportamiento sexual pone de manifiesto que un 47% de los hombres reconocen haber visto por lo menos una película pornográfica, 47% reconocen ya haber leído una revista pornográfica, y 10% reconocen haber utilizado una cadena televisiva porno.
Todo adulto conoce la permanencia de las imágenes sexuales en la mente, es decir, su tendencia a incrustarse profundamente en la memoria; pero este impacto es aún mayor en los niños, y se sabe que las escenas sexuales tienen sobre los niños un carácter traumático.
Todos los expertos, hoy en día, conciben un balance muy negativo de la pornografía. Una de las razones es que la pornografía se convirtió en un mercado floreciente e involucran unos intereses muy importantes. La pornografía es un mercado lucrativo. Ningún almacén de alquiler de vídeos puede hoy sobrevivir sin ofrecer pornografía, puesto que ésta representa cerca de un 40% del mercado del vídeo. Y, después del sexo, son las películas de horror y violencia que se alquilan más. Se considera que se venden mas de un millón de vídeos porno cada año.
Ahora bien, se conoce que el mercado de la pornografía es controlado por los mismos criminales que controlan el mercado de la prostitución y la esclavitud sexual. ¿Cómo podría ser de otra manera? Estos grupos son a menudo los mismos que controlan el mercado de las drogas.
La pornografía es algo que afecta las capas profundas de la personalidad. No se puede pues tratarla como un simple entretenimiento inofensivo. Numerosos estudios pusieron de manifiesto que actúa como una droga muy potente.
El primer resultado de la ideología pornográfica consiste en desestabilizar poco a poco las actitudes naturales del hombre respecto su propia sexualidad y termina por convertirse en un fin en sí, como la droga; absorbe poco a poco al consumidor en un espiral de dependencia. La pornografía crea nuevas necesidades, nuevas curiosidades y, así, incita a sus adeptos a abandonar una sexualidad normal y tomar una conducta criminal.
La sexualidad es una cosa muy seria, por tanto, todo lo que la afecta no puede nunca tratarse a la ligera. Un entretenimiento tiene la propiedad de no tener consecuencias profundas sobre la psiquis. Ahora bien, toda actividad sexual, incluso puramente mental, afecta profundamente y de manera duradera.
Toda esta inmoralidad penetra en el subconsciente del individuo. Tergiversa la realidad. La conciencia se paraliza al punto de tolerar lo inmoral y el peligro se encuentra en la rápida aceptación de los mitos de violación, degradación de la mujer y la perversidad de reacción contra la violencia.
Se rompe la comunión con Dios. A la vista del Señor, el fantasear el acto sexual con una mujer que no es su cónyuge, es adulterio (Mateo 5:27). Este grave pecado aleja a los porno-adictos del Señor y pronto se pierde la vitalidad espiritual.
El porno-adicto se convierte en un esclavo de su pecado.
La pornografía con frecuencia provoca a su víctima a cometer actos inmorales. La impresión produce la expresión.
La pornografía destruye la familia. En el plan de Dios, el amor romántico, incluso el sexo, tiene el sublime propósito de unir a dos personas permanentemente a fin de formar la familia. En contraste la pornografía es un factor potencial de la individualidad. La pornografía fomenta el sexo sin amor, ni compromiso ni responsabilidad.
“Huyan de la inmoralidad sexual. Todos los demás pecados que una persona comete quedan fuera de su cuerpo; pero el que comete inmoralidades sexuales peca contra su propio cuerpo.” 1 Corintios 6:18
© Chalo Jiménez 2008. Derechos Reservados.
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