Escrito por: Rick Joyner
Hay dos clases de líderes: los que utilizan al pueblo para satisfacer sus intereses personales y los que se sacrifican por los intereses del pueblo. Los primeros representan la naturaleza de la autoridad mundana, los segundos el carácter de la autoridad divina. El Faraón permitió la destrucción de su pueblo mientras se esforzaba por conservar su poder sobre los judíos. En Moisés tenemos un notorio contraste con la autoridad egocéntrica de Faraón, y un maravilloso ejemplo de la autoridad del Reino: aunque Israel lo resistía y lo rechazaba continuamente, Moisés amó tanto a su pueblo y de tal manera llegó a identificarse con la gente que sin vacilar, ofreció hasta su propia vida para aplacar la ira de Dios (Éxodo 32:31-32). Así es la naturaleza de todos los que ejercen verdaderamente la autoridad en el Espíritu de Jesús:
“La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz! Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra” Filipenses 2:5-10 (NVI)
Para la simiente de Caín la autoridad es una oportunidad para autopromocionarse y para la auto-exaltación. En Cristo, el llamado a la autoridad es un llamado al auto-sacrificio; es el llamado a convertirse en siervo y renunciar a los intereses propios. Gobernar en Cristo no es auto-gratificante; es auto-despojarse. En Cristo no servimos para ser renombrados, sino para renunciar a toda nuestra fama. Mientras Faraón fue uno de los hombres más arrogantes de todos los tiempos porque incluso intentó luchar contra Dios, de Moisés nos dice la Biblia que: “A propósito, Moisés era muy humilde, más humilde que cualquier otro sobre la tierra" (Números 12:3 NVI).
La ambición egoísta es una de las características más destructoras que se encuentra en muchos ministerios, y ha producido innumerables males y gran cantidad de perversiones. Cuando a los hombres se les establece prematuramente en posiciones de autoridad producen grandes tragedias, tanto para quien dirige como para los dirigidos. Ser puestos en autoridad antes de ser libres de la carnalidad, sólo alimentará la naturaleza carnal y casi con certeza será un completo obstáculo para la autoridad espiritual genuina. "Las responsabilidades precoces engendran superficialidades."
La autoridad ha sido un tema casi constante en el Cuerpo de Cristo durante los últimos años. Aunque por este punto se han visto confusiones y contiendas, a muchos les ha desafiado para entender la naturaleza verdadera de la autoridad espiritual. Una de las principales lecciones aprendidas, se refiere a no seguir la primera doctrina que parezca ser sobresaliente y notoria. Muchas doctrinas tienen sus raíces en la sinceridad, pero una perspectiva completamente humana llevó a Israel a clamar por un rey, y Saúl fue el resultado. Dios iba a dar un rey a Israel en el momento adecuado (Dios formó y levantó en forma muy específica al profeta Samuel con el objeto de preparar a Israel para el rey que venía), pero el pueblo no pudo o no quiso esperar hasta el tiempo escogido por Dios. Con tristeza se debe reconocer que el mismo proceso se repite cada vez que Dios está listo para moverse por un camino especial. Los hombres comienzan a percibir la necesidad porque Dios los prepara, pero su impaciencia los lleva a presionar a Dios antes de su tiempo perfecto y preciso. Por esta causa, parece que siempre ha habido un Ismael doctrinal antes de Isaac o un Saúl antes de David. Una y otra vez, Dios elige al hijo menor sobre el mayor para que sea heredero de sus promesas, como un testimonio de que lo terrenal siempre debe preceder a lo espiritual.
Sólo podemos tener autoridad espiritual de acuerdo con el grado en que el Rey viva dentro de nosotros. Pablo dijo que esperó hasta cuando al Padre le agradó revelar a su Hijo en él, no únicamente para él, antes de comenzar su ministerio (Gálatas 1:15-17). En el mismo pasaje dijo que no consultó en seguida con carne y con sangre sobre el punto. Recibió su mensaje del Señor y entonces, después de varios años fue a Jerusalén para confirmar el evangelio que iba a predicar (Gálatas 1:17-2:2).
En la abundancia de los consejeros se encuentra seguridad y victoria (Proverbios 11:14). La sumisión al Cuerpo de Cristo y a los ancianos es importante, pero un exceso de énfasis en esto, puede en grado sumo, comprometer un ministerio. El factor esencial para que el ministerio fructifique está en la unión con el Señor, no en la unión con el Cuerpo. Hay muchos "cuerpos de cristianos" que dicen ser el de Cristo, pero no están unidos con El. Pablo nos dejó una advertencia sobre los ministerios que no se adhieren firmemente a la Cabeza (Colosenses 2:19), pero no dejó ninguna palabra sobre los que no estaban sometidos al Cuerpo. Esto se debe a que se puede estar unido al cuerpo sin tener una relación personal con la Cabeza. Pero, lo contrario no es cierto; no es posible estar unido a la Cabeza sin estar unido también al Cuerpo. Simplemente, se trata de fijar nuestras prioridades en forma correcta para que haya realidad en nuestra unión.
Muchos "llaneros solitarios" han tenido grandes fracasos en su ministerio y en su vida. Algunos culpan de la falla al hecho de no estar sometidos a la autoridad de la Iglesia. Esto puede ser verdad hasta cierto punto porque también ha habido muchos que en sumisión a las autoridades de la iglesia, cayeron tan gravemente como los otros. Por el contrario, la historia está llena de testimonios de individuos completamente aislados de otros creyentes, que soportaron pruebas increíbles y permanecieron fieles. Algunas enseñanzas sobre sometimiento a la autoridad espiritual, son en realidad contraproducentes en la preparación de las personas para que sean fieles y obedezcan al Señor.
Esto no se dice para fomentar los tipos equivocados del individualismo y la independencia espiritual, sino para advertir que cuando el énfasis en la sumisión al Cuerpo excede en la sumisión a Dios, puede traer consecuencias graves. Buena parte del Cuerpo de Cristo, no ha querido aceptar algunos de los ministerios con más unción que la que el Señor ha dado a su Iglesia en nuestro tiempo, porque no enfatizaban su unión al Cuerpo como unión a Cristo. En ninguna parte de las Escrituras hay advertencias sobre guardarse de quienes no están sometidos a otros hombres.
La espiritualidad no se puede transmitir por osmosis. Un ejemplo obvio de esto es el caso de Pablo y Gamaliel. Cuando Pablo daba su testimonio personal al pueblo de Jerusalén (Hechos 22), declaró haber sido discípulo de Gamaliel; por tanto, sería de esperar que fuera como su maestro. Sin embargo, mientras Pablo se sentaba a los pies de Gamaliel, vemos un gran contraste. En efecto, el consejo de Gamaliel al Sanedrín contiene una extraordinaria profundidad de paciencia y sabiduría. Cuando los demás miembros del concilio querían acabar a los apóstoles por enseñar en el nombre de Jesús, Gamaliel sabiamente les sugirió: “…dejen a estos hombres en paz. ¡Suéltenlos! Si lo que se proponen y hacen es de origen humano, fracasará; pero si es de Dios, no podrán destruirlos, y ustedes se encontrarán luchando contra Dios.»” Hechos 5:38-39 NVI. En cambio, ¿Cómo reaccionó Pablo ante la joven iglesia? “Perseguí a muerte a los seguidores de este Camino, arrestando y echando en la cárcel a hombres y mujeres por igual” Hechos 22:4.
Tomado del libro "Hubo Dos Árboles en el Huerto" Rick Joyner
© Chalo Jiménez 2008. Derechos Reservados.
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