No hay pan en la "Casa del pan"
Migajas en la alfombra, y los estantes vacíos: La prioridad de la presencia de Dios se ha perdido en la Iglesia moderna. Nuestras iglesias son como panaderías abiertas al público, pero no tienen pan para ofrecer. Y aún más, no estamos interesados en vender pan. Solo se oye algarabía alrededor de los hornos fríos y de los estantes vacíos. De hecho nos preguntamos, ¿será aquí o no?, y si es aquí, ¿qué es lo que Dios está haciendo? ¿Hacia dónde va el Señor? ¿O solo estamos preocupados por barrer migajas imaginarias de panaderías que no tienen pan?
¿Sabemos siquiera cuándo está Dios en la ciudad? Un día Jesús hizo lo que nosotros llamamos su entrada triunfal a Jerusalén en los lomos de un pequeño asno. En su jornada hacia la ciudad, probablemente pasó junto al templo de Herodes. Yo creo que la razón por la cual los fariseos estaban disgustados por el desfile descrito en el capítulo 12 del evangelio de San Juan, es que interfería o molestaba el servicio que se realizaba dentro del templo.
Yo puedo oír sus quejas: "¿Qué es lo que pasa? ¡Están incomodando al sumo sacerdote! ¿No saben lo que estamos haciendo en el templo? Estamos realizando un importante servicio. ¿Saben por qué estamos orando? ¡Oramos por el Mesías que viene! ¡Y ustedes tienen la osadía de molestarnos con este ruidoso desfile! ¿Quién es el líder de esta chusma revoltosa?
¡Ah!, ¿ve usted al sujeto montado en ese burrito?
Ellos perdieron la hora de su visitación. Él estaba en la ciudad y ellos no lo sabían. El Mesías pasó junto a su puerta cuando estaban adentro orando por su venida. El problema fue que llegó de la manera en que no lo esperaban, y por eso no lo reconocieron. Hubiera llegado sobre el lomo de un encabritado semental blanco, o en un carro real dorado con una falange de soldados que lo precedieran, los fariseos y los sacerdotes hubieran dicho: "Podría ser él” Infortunadamente estaban más interesados en un Mesías que rompiera el yugo de la esclavitud romana, que en uno que diera fin a la esclavitud espiritual que se había convertido en la plaga de su tierra y de su gente.
¡Dios se está alistando para irrumpir, aún si al hacerlo tiene que pasar de lado por sus sofocantes iglesias, para manifestarse en las tabernas! Seremos sabios al recordar que él pasó por alto la élite religiosa antes de comer con los pobres, los profanos y las prostitutas. La Iglesia Occidental y la Iglesia los Estados Unidos en particular, han exportado sus programas sobre Dios a todo el globo terráqueo, pero ya es tiempo de que aprendamos que nuestros programas no significan progreso. Lo que necesitamos es su presencia. Necesitamos tomar la decisión de que no importa lo que cueste y de donde provenga, lo necesitamos a él. Y él quiere llegar de acuerdo a sus condiciones y no de acuerdo con las nuestras. Hasta entonces la ausencia de lo sobrenatural afectará a la Iglesia.
Podemos estar adentro orando por su venida mientras él pasa afuera de nuestro recinto. Y lo que es peor, ¡los que “están adentro" se pierden su presencia, mientras que los que "están afuera" marchan con él!
El pan es escaso durante los tiempos de hambre
“Aconteció en los días que gobernaban los jueces, que hubo hambre en la tierra. Y un varón de Belén de Judá fue a morar en los campos de Moab, él y su mujer, y dos hijos suyos.
El nombre de aquel varón era Elimelec, y el de su mujer, Noemí; y los nombres de sus hijos eran Mahlón y Quelión, efrateos de Belén de Judá. Llegaron, pues, a los campos de Moab, y se quedaron allí.
Y murió Elimelec, marido de Noemí, y quedó ella con sus dos hijos, los cuales tomaron para sí mujeres moabitas; el nombre de una era Orfa, y el nombre de la otra, Rut; y habitaron allí unos diez años.
Y murieron también los dos, Mahlón y Quelión, quedando así la mujer desamparada de sus dos hijos y de su marido.
Entonces se levantó con sus nueras, y regresó de los campos de Moab; porque oyó en el campo de Moab que Jehová había visitado a su pueblo para darles pan.” (Rut 1: 1-6)
La gente deja la casa del pan por algo
Noemí, su esposo y sus dos hijos dejaron su hogar y se mudaron a Moab porque había hambre en Belén. Considere el significado literal del nombre hebreo de un pueblo natal: Belén significa "casa del pan". La razón por la cual dejaron la casa del pan es que no había pan en la casa. Esa es también la sencilla razón por la cual la gente deja las iglesias: porque no hay pan. El pan era un elemento que hacía parte de las prácticas religiosas en el templo; era prueba de la presencia de Dios, se le llamaba el pan de la proposición, el pan de su presencia. El pan ha sido siempre históricamente el elemento indicador de la presencia Divina. Leemos en el Antiguo Testamento que el pan de la proposición estaba en el Lugar Santísimo. Es llamado “el Pan de la Presencia”. (Números 4:7 NRSV) En términos hebraicos se le interpreta también como "el pan de la elevación" o el "pan de su rostro". Este era, pues, un símbolo de Dios mismo.
Noemí y su familia tenían algo en común con las personas que salen o evitan totalmente nuestras iglesias en el día de hoy: dejan ese lugar y van a algún otro sitio para encontrar pan. Yo puedo decirle por qué las personas buscan los bares, los clubes, y los centros esotéricos por millones. Procuran pasar el tiempo; tratan de sobrevivir porque la Iglesia les ha fallado. Ellos miraron, o sus padres y amigos miraron, y dieron su informe: la alacena espiritual estaba vacía. No había presencia de alimento en la despensa; solamente estantes vacíos y oficinas llenas de recetas para hacer pan. Pero el horno estaba frío y empolvado.
Hemos proclamado y publicitado falsamente que hay pan en nuestra casa. Pero cuando los hambrientos llegan, todo lo que pueden hacer es recoger de la alfombra algunas migajas que quedan de los avivamientos del pasado. Hablamos con elocuencia de dónde ha estado Dios y de lo que ha hecho en el pasado pero podemos decir muy poco de lo que está haciendo entre nosotros en el día de hoy. Y la culpa no es de Dios, sino nuestra. Solo nos quedan rezagos de lo que fue. Residuos de su gloria ya ida. E infortunadamente mantenemos un velo de secreto sobre ese hecho, de la misma manera que Moisés mantenía un velo sobre su rostro, después que el brillo de la gloria de Dios había desaparecido. Camuflamos nuestro vacío, tal como lo hacían los sacerdotes del tiempo de Jesús, con un velo detrás del cual no estaba el arca del pacto.
Tomado del libro "En La Búsqueda de Dios" Tommy Tenney
© Chalo Jiménez 2008. Derechos Reservados.
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