Escrito por: Rich Miller
Se cita a Mark Twain, el célebre escritor estadounidense, por decir: "Cuando un niño cumple los doce, usted debe meterlo en un barril, clavar bien la tapa, y alimentarlo por un hoyo hecho en la madera. Cuando cumpla los dieciséis, tape el hoyo". Si usted es el padre o la madre de un adolescente, puede estar pensando: ¡mmm...el Viejo ese tenía muchísima, razón ahí! Habiendo pasado hace mucho los días en que uno era capaz de predecir razonablemente la conducta de su hijo, probablemente usted ya se haya resignado a tener por delante seis o siete años de ¡predecible impredecibilidad!
Un día sus muchachos piensan que usted puso la luna en el cielo y al día siguiente se preguntan si usted tiene la suficiente inteligencia para colgar la ropa! Hubo un momento en que querían que usted los tomara en brazos, los abrazara y los acunara y, ahora, de repente, huyen de su lado y gritando: ¡leproso! ¡leproso!
Quizá usted haya descubierto las siguientes tres grandes verdades de los adolescentes, luego de que ingenuamente trató de hallar algo que hayan querido hacer:
Lo que prefieren hacer: Nada.
Su lugar preferido: Ninguna parte.
La respuesta preferida a cualquier otra pregunta: No sé.
Quizás usted también pueda relacionarse con los siguientes clamores comunes y honestos de frustración de padres de adolescentes:
- ¿Qué tengo que hacer para poder entender a este muchacho, esta muchacha?
- ¿Qué le pasó a mi niñita? ¡Ya no está nunca en casa! ¿Qué hicimos mal? ¡Hicimos lo mejor posible! ¿Por qué salió [él o ella] así?
Naturalmente, nuestros comentarios sobre los adolescentes son generalizaciones pero, permítanos empezar expresando lo obvio. Los años de la adolescencia son un tiempo de cambio explosivo (a propósito, Dios diseñó el cambio), que lleva a una persona desde la infancia a la adultez.
En lo físico, a los adolescentes les brota el pelo y desarrollan los músculos (¡y la grasa!) donde antes no había. La voz cambia, los cuerpos crecen y las hormonas corren por las venas como torrente relampagueante. Se pasan horas interminables frente al espejo, haciendo cirugía mayor en las espinillas que, probablemente, nadie más nota. Es comprensible, pues este es un tiempo de enorme confusión, anticipación, ansiedad y vulnerabilidad para los adolescentes.
A ese hirviente caldero de cambios, agregue el impulso sexual que saltó de neutro a "toda máquina". Eche un creciente deseo de ser independiente de los padres. Ponga una habilidad cognitiva en desarrollo para objetar, pensar, volver a pensar y decidir, y tiene una bomba de tiempo emocional controlada por un impulsivo.
Trate de decir algo a sus adolescentes y le acusarán de aullarles. Ofrézcale ayuda por algún problema y probablemente le reprendan por tratarlos como bebés. Si usted llega a ser tan atrevido y audaz para preguntar algo de sus amistades o actividades, rápidamente le critican por invadir su privacidad.
Como le dirá cualquiera que haya criado adolescentes o trabajado con ellos por algún tiempo, sin embargo, tienen también un increíble potencial para el bien. No sólo "cuando crezcan", ahora mismo.
En mis 20 años de ministerio con los jóvenes (Rich) he visto adolescentes que reunieron miles de dólares para viajar a proyectos misioneros en el extranjero. Los he visto pararse al frente de grandes grupos de compañeros de escuela y proclamar osadamente el evangelio. Los he visto rodear, abrazar y orar compasivamente por un amigo afligido. He visto a Jesús brillar a través de la vida de adolescentes y, como resultado, glorificar a su Padre celestial. Al criar o trabajar con adolescentes, resulta crucial que lleguemos al punto de ser capaces de ver la vida (por lo menos, en las áreas centrales) desde el punto de vista de ellos. Retroceda por un momento a los días de la montaña rusa emocional de su propia adolescencia.
¿Recuerda el intenso anhelo de encajar cuando se sentía como si estuviera salido para afuera? ¿Puede acordarse de la frustración producida porque se esperaba que usted actuara como adulto mientras que le trataban como niño? ¿Recuerda el creciente deseo de independencia mientras, secretamente, esperaba que sus padres lo amaran lo bastante para seguir estableciéndole límites (¡realistas!)?
Trate de ponerse en las Nike de la juventud de hoy mientras hablamos de, quizá, el área más critica de los adolescentes. También sucede que es el área más crítica para, asimismo, hallar libertad en Cristo: la búsqueda de identidad.
La búsqueda de identidad
"Crisis de identidad", frase acuñada por Erik Erikson durante la segunda guerra mundial. Fue usada para describir la confusión que experimentaban algunos soldados impactados por proyectiles en el fragor de la batalla. Muchos no lograban siquiera recordar sus nombres.
Dándose cuenta de que los adolescentes pasan por una "crisis de identidad" totalmente propia, el doctor Les Parrott dedicó al tema "Una Lucha por la Identidad", el primer capítulo de su libro Helping the Struggling Adolescent. Algunos de sus comentarios iniciales son dignos de citarse:
“Lograr el sentido de identidad es la tarea más grande del desarrollo de los adolescentes. Como un soldado, estupefacto en estado de confusión, tarde o temprano, la gente joven es golpeada por una bomba más poderosa que la dinamita: La pubertad. En alguna parte entre la infancia y la madurez, sus cuerpos saltan a toda maquina y encienden cambios a velocidad alarmante. Con la aceleración del crecimiento físico y emocional, se vuelven extraños para si mismos. Atacados por un arsenal de hormonas vehementes, la persona joven perpleja empieza a preguntarse” ¿Quién soy yo?
Tomado del libro: “Cómo guiar a los adolescentes hacia la Libertad en Cristo” Neil Anderson y Rich Miller
©Chalo Jiménez 2008. Derechos Reservados.
Prohibida su reproducción total o parcial sin la autorización del autor
Comentarios