Escrito por: Chalo Jiménez
"Porque
el que a sí mismo se enaltece será humillado, y el que se humilla será
enaltecido" Mateo 23:12 (NVI)
En el
desarrollo de la 2ª guerra mundial el 2 de agosto de 1945 los altos mandos militares
de las fuerzas aliadas reunidos en La Conferencia de Potsdam concluyeron con
una declaración en la que le exigían a Japón la rendición incondicional de sus
tropas. Japón ignoró la resolución e invocó el espíritu guerrero de sus
hombres, para ellos rendirse era un acto de extrema humillación, más aún
considerando a su emperador Hiro Hito como divinidad.
Los
EEUU habían concluido con éxito la fabricación de la bomba atómica y plantearon
la posibilidad de usarla contra Japón para conseguir su rendición. En efecto la
primera bomba fue lanzada sobre la ciudad de Hiroshima el 6 de agosto, la gran
explosión arrasó la ciudad destruyéndola casi en su totalidad. La obstinación
de los altos mandos oficiales asiáticos los llevo a ocultar el bombardeo a sus
ciudadanos. Tres días después de la devastación de Hiroshima el 9 de agosto, un
avión de La Fuerza Aérea norteamericana fue enviado con una segunda bomba, esta
vez para lanzarla sobre la ciudad de Nagasaki, la tercera parte de la ciudad
quedó destruida, el número de víctimas se estima en 120.000 muertes y 130.000
heridos, sin contar los daños causados por la radiación. 6 días después del
bombardeo, el 15 de agosto el vencido emperador en persona transmitió la
rendición incondicional de su nación a los aliados. La firma oficial se realizó
en la bahía de Tokio en la cubierta del acorazado Missouri en septiembre de
1945, fecha que marcó a la postre el fin de la segunda guerra mundial. En enero
de 1946 Hiro Hito negó públicamente su divinidad.
No
podemos pretender ser dioses, esto traerá funestas consecuencias sobre nuestras
vidas y sobre la vida de la gente que amamos. No hay nada más maravilloso que
saber que tenemos un nuevo Dueño, que debemos rendir cuentas de nuestros actos,
tener conciencia de ello hará que nuestra vida tome un rumbo diferente.
Está de
moda en estos tiempos pretender ser dioses: que todo lo controlan y que todo lo
resuelven, no hay una teoría más ficticia que esa. Rendirse a Dios es la
demostración más grande de humildad, la sumisión es un acto de fe y ser
consecuente con esa realidad hará de tu vida algo nuevo hoy. Vale la pena
rendirse cuando el conquistador es Cristo.
"¡Cuidado!
No se dejen seducir. No se descarríen ni adoren a otros dioses, ni se inclinen
ante ellos…" Deuteronomio 11:16 (NVI)
Prohibida su reproducción total o parcial sin la autorización del autor.
Comentarios