Escrito por: Watchman Nee.
Abraham se unió a Agar y engendró a Ismael. Gálatas 4 dice que “el de la esclava nació según la carne... del monte Sinaí, el cual da hijos para esclavitud; éste es Agar. Ahora bien, Agar es el monte Sinaí en Arabia...” (vs. 23-25). En otras palabras, Agar representa la ley. ¿Qué es la ley? La ley, los Diez Mandamientos, es lo que Dios le exige al hombre. ¿Qué significa guardar la ley? Guardar la ley significa darle algo a Dios y tratar de agradarle.
Pero Gálatas 3:10 dice: “Maldito todo aquel que no permanece en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas”. En otras palabras, los que dicen: “Voy a agradar a Dios” son anatema. ¿Por qué están bajo maldición? Porque el hombre no puede agradar a Dios por su propio esfuerzo, ya que no es apto para agradar a Dios (Ro. 8:7-8). En la Biblia la ley y la carne se mencionan frecuentemente unidas. El capítulo siete de Romanos habla de la ley y de la carne de manera particular. ¿Qué es la carne? En términos sencillos, es el esfuerzo propio, el yo. Cada vez que tratamos de observar la ley, nos ponemos en la carne. Cada vez que el hombre intenta agradar a Dios por su propio esfuerzo, se presenta la ley. Una persona que trata de agradar a Dios con su fuerza carnal es una persona en la cual Dios no se complace. Esto es lo que representan Agar e Ismael. Agar representa la ley, mientras que Ismael representa la carne que resulta de este esfuerzo.
Abraham era un creyente. El intentó agradar a Dios y cumplir Su meta. Dios quería que él tuviera un hijo, y Abraham intentó tenerlo por su propia cuenta. ¿Acaso no concordaba aquello con la voluntad de Dios? ¿No lo hizo acaso para agradar a Dios? ¿Podía esto estar mal? No obstante, Pablo dice: “El de la esclava nació según la carne”. Es cierto que la voluntad de Dios debe hacerse, pero lo importante es quién debe hacerla. Si intentamos hacer la voluntad de Dios por nuestros propios medios, el resultado es Ismael. Abraham se equivocó, no en cuanto a su meta sino en cuanto a su origen. Su meta era ver que se cumpliera la promesa de Dios, pero se equivocó al cumplirla por su propio esfuerzo.
Ahora entendemos con claridad. Dios no sólo rechazará a los que hacen cosas que no le agradan, sino que también rechazará a los que hacen cosas que le agradan, pero que son hechas en conformidad consigo mismos. Si pecamos, no agradaremos a Dios, pero tampoco le agradaremos si procuramos hacer el bien con nuestra carne. Complacer a Dios depende de la obra que haya realizado la cruz de quebrantar la carne y la vida natural. ¿Le hemos dicho a Dios: “No puedo hacer nada y no soy apto para hacer cosa alguna; sólo puedo esperar en Ti”? Una persona que verdaderamente cree en Dios no actúa según su carne. Dios es el Señor de la obra. Lo que más le ofende es que usurpemos Su lugar en la obra. Es aquí donde yace frecuentemente nuestro error. No podemos creer ni confiar ni esperar. No nos atrevemos a encomendárselo todo a Dios. Aquí radican las ofensas que cometemos contra Dios.
Dios determinó que Abraham engendraría un hijo por medio de Sara. Gálatas 4:23 nos dice que “el de la libre, [nació] por medio de la promesa”. Sara era la libre y representa la gracia, mientras que Agar representa la ley. ¿Cuál es la diferencia entre la ley y la gracia? La ley significa que hacemos las cosas por nuestros propios medios, mientras que la gracia significa que es Dios quien obra por nosotros, que lo hace todo por nosotros. Si nosotros hacemos algo, ya no es la gracia la que actúa. Sólo cuando Dios obra en nuestro lugar, podemos considerar aquello como gracia. La gracia, según la define la Biblia, no consiste en ser pacientes o tolerantes, ni tampoco es hacer algo por nosotros mismos. La gracia es algo específico que Dios hace en nosotros. La obra específica que Dios quería hacer en Abraham era engendrar a Isaac por medio de Sara. Isaac tenía que ser engendrado por Abraham, pero esto debía producirse por medio de la gracia y de la promesa de Dios.
Si no hay muerte, no puede haber vida.
Génesis 16 dice que Abraham engendró a Ismael cuando tenía ochenta y seis años de edad. Para ese entonces todavía tenía su energía carnal y su fuerza natural. Es por esto que Gálatas 4 dice que Ismael nació de la carne. Génesis 21 nos dice que cuando Abraham engendró a Isaac, ya tenía cien años de edad (v. 5). Romanos 4 nos dice que siendo de casi cien años, Abraham consideró su propio cuerpo como ya muerto y vio lo muerta que estaba la matriz de Sara (v. 19). En otras palabras, su energía carnal y su fuerza natural habían llegado a su fin. Abraham ya no podía tener hijos, y Sara tampoco. Dios escogió este momento para que naciera Isaac. Esto significa que Dios quería que Abraham se considerara muerto, para que así confiara en el Dios que da vida a los muertos y llama las cosas que no son como si fuesen. La intención de Dios era que Abraham se diera cuenta de que él no era el Padre. Lo interesante era que Dios quería que Abraham fuera padre y que, al mismo tiempo viera que en realidad él no era el Padre. Dios esperó hasta que toda la energía natural de Abraham se hubo agotado antes de darle a Isaac.
Esta es la obra que Dios quiere hacer en nosotros. El siempre espera. Aunque sean necesarios catorce años, seguirá esperando. El espera el día cuando entendamos que somos incapaces en nosotros mismos y nos consideremos muertos. Entonces engendraremos a Isaac. El no puede usarnos hoy porque nuestro tiempo no ha llegado. Dios no sólo desea que se cumpla Su voluntad, sino también que dicho cumplimiento proceda de El. Si solamente tenemos doctrinas y conocimiento y no hemos sido conducidos al punto de decir: “Estoy acabado; estoy muerto. No puedo hacer nada por mi propia cuenta”, entonces Dios no podrá usarnos ni cumplir Su meta.
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