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DESPERTARES

Escrito por: Chalo Jiménez

“«Despiértate, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo»” Efesios 5:14

“Despertares” es una película estadounidense de 1990 dirigida por Penny Marshall nominada a tres premios de la Academia. Está basada en hechos reales documentados por el Dr. Oliver Sacks.

Es la historia del Dr. Malcom Sayer estelarizado por el talentoso Robin Williams, un médico que durante su carrera se ha dedicado a la experimentación con lombrices. Éste consigue un trabajo en un hospital en la ciudad de New York, para tratar a pacientes en estado catatónico. Durante su carrera se ha dedicado a la investigación y presenta dificultad para relacionarse con pacientes y colegas, tanto a nivel profesional como personal. Cuando llega a la institución, él desea un puesto en su área de experiencia, pero no es posible, debido a su situación económica debe aceptar el ofrecimiento para trabajar con pacientes que sufren encefalitis letárgica, ésta es una enfermedad que se caracteriza por la languidez creciente, apatía y somnolencia, que lleva, finalmente a un profundo letargo.

Un día, el Dr. Sayer observa que una de sus pacientes ataja sus anteojos antes de que éstos caigan al piso, es en este momento que comienza a investigar sobre la enfermedad y a formular hipótesis sobre sus posibles causas, pero, más que nada, sobre su tratamiento. En este punto se le presenta un nuevo problema, el escepticismo de sus colegas y los familiares de sus pacientes, con respecto a su teoría de que los aquejados tienen posibilidades de volver a vivir y que su enfermedad consistiría en un Mal de Parkinson agravado. Entre sus diversas investigaciones, se familiariza con una nueva droga, la L-Dopa, que se utiliza para el tratamiento del Parkinson y decide probarla con uno de sus pacientes, Leonard Lowe (Robert De Niro).

En contraposición a sus colegas, que se limitan a atender las necesidades básicas de estos pacientes, el Dr. Sayer toma una actitud más activa con respecto al tratamiento de los mismos. Toma contacto con la madre de Leonard, e indaga sobre su historia clínica, pretendiendo una experiencia satisfactoria, tanto para sí mismo como para su atendido. Finalmente sus ambiciones profesionales son dejadas a un lado, para que ocupe un papel preponderante el bienestar de sus pacientes. Esto lo expresa, no sólo desde el punto de vista médico, sino también humano.

Luego de muchos intentos fallidos, una noche, Leonard despierta. A partir de este evento el Dr. Sayer recibe la aceptación de colegas y familiares de los afectados y, también su ayuda económica, gracias a lo cual puede comenzar a tratar a todos sus pacientes con esta droga. No solamente cura físicamente al paciente, sino trabaja junto a él para ayudarlo a aceptar la nueva situación en la que se encuentra, ya que las consecuencias psicológicas de haber estado "durmiendo" durante años, podrían ser devastadoras. Y además le ayuda a rehacer su vida y a reinsertarse en la sociedad.

Los problemas vuelven a aparecer cuando Leonard, el primer paciente tratado con L-Dopa, vuelve a desarrollar los síntomas de la enfermedad y, tanto el Dr. como sus pacientes y sus familiares se ven profundamente afectados. Ante la recaída de Leonard, el Dr. Sayer comunica al paciente sobre su estado, de la manera menos traumática posible para éste, y, además procurarle el mejor tratamiento dentro de las posibilidades.

Antes de conocer a Cristo nuestra condición espiritual y moral son verdaderamente lamentables. Somos como los pacientes del Dr Sayer: en estado catatónico. Caracterizados por el decaimiento creciente, apatía y entumecimiento, que lleva finalmente a un profundo letargo. El decaimiento consiste en la poca preocupación que mostramos por nuestros semejantes, la apatía por los intereses Divinos tales como la santidad y la obediencia y el entumecimiento moral e intelectual que caracteriza al hombre de hoy, esto indiscutiblemente no solo nos llevará a un profundo letargo sino a un eterno antro.

Como en la película un día alguien nos observa, se interesa en nosotros, en nuestro deplorable estado y comienza un tratamiento. Jesús el Salvador del mundo llega a nuestras vidas y ante el escepticismo de colegas y familiares declara que los aquejados, nosotros, tenemos posibilidades de volver a vivir. Jesús dijo: "No me escogieron ustedes a mí, sino que yo los escogí a ustedes" Juan 15:16.

Dios en contraposición al mundo, no se limita a atender nuestras necesidades básicas sino que toma una posición más activa con respecto a nuestro tratamiento. Toma contacto con todo lo que nos incumbe e indaga desde la eternidad sobre nuestra limitada historia clínica, pretende mucho más que una experiencia satisfactoria, tanto para sí mismo como para nosotros. El creador de los cielos y la tierra se goza en nuestras bendiciones. Finalmente ocupa un papel preponderante el bienestar de sus pacientes.

Un día despertamos. A partir de ahí recibimos el tratamiento con esta droga, que es la cura para todos los males: Jesús de Nazareth. Esta medicina no solo nos cura físicamente sino que nos cura el alma y el espíritu cobra vida. Dios trabaja junto a nosotros para ayudarnos a aceptar la nueva situación en la que nos encontramos, ya que las consecuencias de haber estado "durmiendo" durante años, son difíciles de manejar. Él nunca nos dejará ni nos abandonará. Nos ayuda a rehacer nuestra vida y a reinsertarnos en el reino de los cielos.

Los problemas vuelven a aparecer cuando nosotros volvemos a desarrollar los síntomas de la enfermedad: El pecado. Esta también es una enfermedad que priva a las personas que la padecen hasta reducirlas a un estado vegetativo. Si hemos sufrido una recaída El Señor Jesús nos comunicará sobre nuestro estado. Él vino a salvar lo que se había perdido. Lo hará sin mentiras, ni disfraces y procura el mejor tratamiento para nosotros: El arrepentimiento. “Vuelvan a su sano juicio, como conviene, y dejen de pecar” 1 Corintios 15:34

La buena noticia es que si bien presentamos los síntomas típicos de nuestro pasado, hoy podemos tomar la iniciativa de caminar hacia la nueva vida que Dios nos ha dado. No volvamos al estado catatónico de la muerte espiritual.

“» ¡Levántate y resplandece, que tu luz ha llegado! ¡La gloria del Señor brilla sobre ti!” Isaías 60:1

© Chalo Jiménez 2008. Derechos Reservados.

Prohibida su reproducción total o parcial sin la autorización del autor.

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