Escrito por: Chalo Jiménez
“»Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me adoran; sus enseñanzas no son más que reglas humanas." Mateo 15:8-9
Recuerdo cuando tenía siete años y por poco me obligaban los días domingos a asistir a la iglesia con traje de seda, vivíamos en una ciudad del Valle del Cauca, bastante idolátrica por cierto, llamada Buga. A esta ciudad llegan de todos los lugares de Colombia y el mundo 850 mil personas al año, a buscar un milagro y no a buscar una relación íntima y personal con Jesucristo, allí se adora una imagen a la que llaman “El Señor de los Milagros”.
Veinte años después cuando me encontraba en una etapa crítica de mi vida, recordé que Dios existía y comencé una búsqueda desesperada por su amor y su compasión. Lo primero que hice fue recurrir al Padre católico de mi comunidad no hallando ninguna respuesta, luego me reuní con otros dos sacerdotes uno de ellos de alta jerarquía recuerdo, pero ninguno pudo mostrarme el camino al cielo: Jesús.
Dos años mas tarde en el año 2000 cuando mi cerebro aun buceaba en el alcohol, escondido en mi memoria encontré a un hombre que me había regalado una Biblia y que en medio de mis juergas me compartía del amor de Cristo, su nombre: Uriel Obando, un cristiano de verdad, un siervo de Dios, un varón apasionado por la salvación de los mortales.
Por los avatares de la religiosidad, me aparté de aquel valioso hombre y así comencé una etapa de desarrollo espiritual. Hoy, un poco mas maduro reflexiono sobre las tantas cosas que me han enseñado mal, líderes bien-intencionados pero poco prácticos con
Entre esas tantas cosas, se encuentran las frías criticas lanzadas desde los altares evangélicos hacia nuestros hermanos católicos, sin darnos cuenta que somos tan fetichistas, supersticiosos, agoreros y practicamos tanta idolatría como algunos de ellos, pues
En realidad en la iglesia protestante cambiamos los escapularios por los pececitos, las catedrales por las mega-iglesias, la adoración a los santos de los vitrales por la adoración a los “santos” del evangelio, el desahogo en el confesionario por el solaz de las consejerías, ya no se pide limosna pero se sigue estirando la mano, nos mudamos de las distinguidas sotanas a los trajes de lino fino, cambiamos las penitencias por los ayunos, las romerías por las cruzadas de milagros, la devoción de las figurillas de yeso por la devoción a lideres con aureolas discriminatorias igual de mentirosos, pasamos del melancólico sonar de un órgano al estruendo de grupos musicales sin vida dirigidos por guías ridículos y caricaturescos, de los rosarios a las vanas oraciones repetitivas, ya no hay diferencia entre orar y rezar, parecemos uno solo. Se paso de la descomunal adoración a la virgen María por parte de la iglesia católica a la anulación total por parte de La iglesia evangélica. Saltamos de los curas que enseñan sin verbo y sin gracia a los predicadores encantadores de serpientes, de los fieles Monaguillos a los guardaespaldas de pastores mal llamados Ujieres.
Los cristianos evangélicos, parecemos segados, no nos hemos dado cuenta que aquello que consideramos auténtico no es mas que una clonación, una replica grotesca de la religión, que dista mucho de la verdadera iglesia de Jesucristo.
Es igual, todos vamos a la iglesia y salimos como si nada a pecar, a discriminar, a excluir, a vengarnos, a prolongar nuestros asuntos y a esperar un nuevo “Día del Señor” para continuar por lo mismo, fríos, indiferentes, impasibles y distantes de un Padre amoroso. Nada cambia con asistir a estos santuarios y no tener un encuentro personal con Dios. Que arrogantes e intransigentes hemos sido, fieles católicos y “practicantes” reformistas estamos muy lejos de Dios. Nos encontramos distantes de las enseñanzas de la iglesia primitiva y ni que decir de la iglesia siempre reformada de Lutero, seguimos con la misma tristeza del protestantismo sin reforma que percibió Dietritch Bonhöeffer hace casi un siglo.
Llegó la hora de pulverizar las reglas humanas y alejarse de las tradiciones católicas y evangélicas que solo anulan el poder de
"Uno que busca a Dios es aquel individuo cuyo anhelo por Dios nunca queda satisfecho." Tommy Tenney
“Pero si desde allí buscas al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, lo encontrarás” Deuteronomio 4:29
© Chalo Jiménez 2008. Derechos Reservados.
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