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LA SAL DE LA TIERRA

Escrito por: Chalo Jiménez


"Ustedes son la sal de la tierra" Mateo 5:13ª


Si esto es verdad que somos la sal de la tierra, entonces seremos sólidos y de color blanco, recuerda que en la Biblia este matiz es un símbolo de pureza y santidad, también debemos ser como la sal en su forma cristalina: transparente, en nuestro comportamiento claro está.


Como la sal, los hijos de Dios debemos estar distribuidos por todas partes, esto en el cumplimiento de la gran comisión. Fíjese que la sal se halla distribuida en la naturaleza y sólo constituye un 3% de la masa del agua de los océanos, a diferencia del Mar Muerto, donde la concentración es del 30%. Esto tiene un extraño parecido con la iglesia moderna, la gente se apiña en grandes templos o mega-iglesias creando así una gran concentración de "sal" ¿Será que la iglesia también esta muerta?


Desde épocas prehistóricas la sal ha sido fundamental para sazonar y mejorar el sabor de los alimentos, también para su conservación, la humanidad en su ignorancia y maldad, son como una gran mezcla lista para podrirse, pero Cristo ha enviado a sus discípulos, para sazonarla, con el conocimiento y la gracia. Los creyentes somos un freno a la corrupción del mundo. La sal que da sabor agradable a los alimentos, es el símbolo de los hijos de Dios, cuya vida y testimonio deben ser llenos de sabor y atractivo. Si la sal provoca sed, nosotros los cristianos auténticos deberíamos provocar sed de Dios en los que habitan a nuestro alrededor.


En el pasado la sal tenía un valor altísimo, a menudo como signo de prestigio social o valía económica. Fue moneda de cambio en las rutas de los mares Egeo, Adriático y Mediterráneo, siendo objeto de impuestos y tributos en los países asiáticos desde épocas remotas. Al parecer se utilizó también como dinero en Tíbet y Etiopía. El término salario deriva de la palabra salarium, vocablo latino que aludía a la asignación de sal que se entregaba a los soldados que servían en el ejército romano. Esta es otra de las razones por la que somos llamados la sal de la tierra: por nuestro altísimo valor, que no debe verse reflejado necesariamente en dinero, este valor puede ser demostrado con actos de amor y bondad. Aunque es deplorable la condición en la que viven algunos cristianos que no creen en su tasación.


De la misma manera como la sal es un componente esencial de la dieta de los seres humanos, es fuente de obtención de cloro y sodio, se emplea para preservar carnes y pescados, en ciertos métodos de refrigeración para preparar mezclas frigoríficas, para fabricar jabón, vidrio y además se emplea para limpiar, teñir, blanquear tejidos y preparar cueros y pieles, nosotros como hijos del gran Rey, del Todopoderoso debemos ser productivos. En efecto, no hay nada más llano, insípido, incluso mortífero, que los cristianos sin influencia, las vidas sin relieve, las palabras vacías de sentido: son cosas totalmente inútiles.


Si nosotros sus seguidores no somos tal como debemos ser, entonces seremos como sal que ha perdido su sabor. Si un hombre ha confesado a Cristo y sin embargo permanece sin gracia, es necesario que sepa que ninguna otra doctrina y ningún otro medio lo harán provechoso.


Nosotros debemos ser salados con sal, como en la antigüedad eran todos los sacrificios; nuestras simpatías putrefactas deben ser sometidas al Espíritu Santo. Los que tenemos la sal de la gracia debemos demostrar que apelamos a un principio vivo de gracia en nuestros corazones, el cual elimina las habilidades corruptas que ofenden a Dios o a nuestras propias conciencias.


Sin vacilar, procuremos ser discípulos, y seamos cuidadosos para no relajarnos en nuestra profesión, ni asustarnos ante la cruz; que podamos ser la buena sal de la tierra, para sazonar a quienes nos rodean con el sabor de Cristo.


"Pero si la sal se vuelve insípida, ¿cómo recobrará su sabor? Ya no sirve para nada, sino para que la gente la deseche y la pisotee" Mateo 5:13b

© Chalo Jiménez 2008. Derechos Reservados.

Prohibida su reproducción total o parcial sin la autorización del autor.

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